La Transición


La Transición

Manuel Ruiz decidió que tenía que hacer un documental sobre su hermano para que su asesina­to, y muchos otros, no quedaran en el olvido. Arturo Ruiz fue ase­sinado el 23 de enero de 1977, con 19 años, por disparos de un ma­tón ultraderechista en el centro de Madrid, en una manifestación. En esa huida a la carrera yo, Luis Vega, corria detrás de el y sentí como una rafaga pasaba cerca de mi cuello. Le ví caer frente a mi y luego supe que era una bala, que posiblemente iba para mí, pues supongo que dispararon indiscriminadamente. Ese día me salvé por los pelos y fue asesinado Arturo. Es­te crimen dio inicio a la llamada Semana Negra, porque al día si­guiente, en la manifestación para protestar por la muerte de Ruiz, otra joven, Mari Luz Nájera, dé 21 años, murió por el impacto de un bote de humo. Y esa noche fue la matanza de los abogados de Ato­cha. Esos siete días negros repre­sentan muchos otros días que ni siquiera se recuerdan, que tam­bién fueron negros porque otras personas murieron. Son las muer­tes olvidadas de la Transición. El Colectivo por los Olvidados de la Transición (COT), impulsado por Ruiz, estima que fueron 271 las personas muertas por acción de la policía y la extrema derecha en­tre 1975 y 1981.

Manuel Ruiz quería hacer esa película, y tenía prisa, porque es­taba enfermo y no sabía cuánto tiempo le quedaba. “No te pue­des imaginar lo que ha significa­do para él, ha estado muchísimos años que no podía ni pronunciar el nombre de su hermano. Las pri­meras veces que dijo con un mi­crófono que era hermano de Ar­turo Ruiz se emocionaba, le costaba mucho romper el silencio. Decía: ‘Mira, los abogados de Ato­cha tienen un monumento, noso­tros no tenemos nada”. En los úl­timos años, Ruiz trabajó por recu­perar la memoria de su hermano, intentó reabrir el caso porque el asesino huyó y nunca fue localiza­do, apoyó la querella presentada en Argentina por los crímenes sin juzgar de la dictadura, logró que se colocara una placa conmemo­rativa en el lugar del crimen, en la plaza Santa María Soledad Torres Acosta. Pero quería hacer una pe­lícula, porque sobre todo le preo­cupaba que se mantuviera la me­moria de lo ocurrido.

Una frase tras una foto

Finalmente dio con el director Adolfo Dufour, y en marzo de 2023 comenzó a rodar. Uno de los primeros días, viendo viejas foto­grafías en casa Manuel en busca de material, vio un retrato de su hermano Arturo, le dio la vuelta y vio una frase que su padre ha­bía escrito detrás, a los dos años de su muerte: “Las armas no bo­rrarán tu sonrisa”. “Me di cuenta de que ese era el título. Era lo que queríamos, representaba la me­moria de los que hemos perdido”.

El rodaje fue complejo, porque Manuel era el hilo conductor y ha­bía que acoplarlo a sus entradas y salidas del hospital, y fue “emocio­nalmente muy intenso”, recuerda Dufour. También había una gran escasez de imágenes de archivo de la época, solo algunas de la televisión alemana, del PCE, y poco más, con el problema añadido de que las de RTVE y Efe tienen un precio “muy elevado”, lamenta el realizador. El documental ha sa­lido adelante con la colaboración altruista de profesionales del cine y la televisión.

El día que por fin terminó de montar la cinta, llamó a Manuel para darle la noticia, y él le dijo al oncólogo: “Ya he acabado la pelí­cula, así que ya me puedo morir”. Dufour le dijo que se la llevaría al día siguiente al hospital, pero fa­lleció. “No la pudo ver por un día, por poco. Su obsesión era que se terminara, me hizo prometer que la acabaría”. En los mismos días, antes de morir, Manuel Ruiz pu­do ver cumplido otro deseo: EL PAÍS, que en los últimos años ha recordado e investigado el caso de Arturo Ruiz, localizó en Buenos Aires al asesino, José Ignacio Fer­nández Guaza. La noticia se pu­blicó el 2 de noviembre. No obs­tante, el mes pasado la Audiencia Nacional rechazó reabrir­ la investigación.

Dufour aceptó hacer el docu­mental porque tenía una vincula­ción personal con esa historia: es­taba allí aquel día, en la manifes­tación donde murió Arturo Ruiz. “Tenía un compromiso ético, mo­ral, con todas aquellas personas que se jugaron la vida por las li­bertades democráticas, y queda­ron grabados en nuestra concien­cia, éramos jóvenes, una juventud ilusionada”. Dufour cree que es­te punto de vista, el de esa gente, raramente se ha visto en una película, pues han quedado rele­gadas de la historia de la Transi­ción. “Es el punto de vista desde abajo, no es el dominante, que la democracia es algo que el poder nos concedió, cuando buena parte del mérito lo tuvo también la gen­te en las calles, que se manifestaba y recibía balas”. Nunca han tenido homenajes ni reconocimiento oficial. En el documental hay tes­timonios impactantes y conmove­dores, como el de la mujer que era la novia de Arturo Ruiz, cuya fo­to llevaba en la cartera, o uno de los supervivientes de la matanza de Atocha, Alejandro Ruiz Huer­ta. que se salvó porque el cuerpo de un compañero le cayó encima.

“Todas estas personas son gente que fue contactando Manuel y las fue juntando”, recuerda su viuda, Olga Gutiérrez. “Mucha gente que le pasó lo mismo, lo habían vivido a solas, hablaba con todos, le da­ba igual de qué partido fueran, y se organizó un grupo, el Colectivo por los Olvidados de la Transición. No había ningún colectivo así”.

El documental estuvo a tiempo para ser proyectado por primera vez en enero, en el aniversario del asesinato de Arturo Ruiz, y fue a pocos metros del lugar donde ocurrió, en el Palacio de la Pren­sa de la plaza de Callao. Próxima­mente será el estreno en cines, y Dufour espera que luego pueda ser proyectado en ayuntamientos, festivales e instituciones: “Que al menos quede el relato de lo que ocurrió, nuestra verdad”.