Me invade la NOSTALGIA. Luis Vega Domingo


Hay cuatro etapas en la vida, me dice un buen amigo: “Lo mejor de lo mejor, lo peor de lo mejor, lo mejor de lo peor y lo peor de lo peor”. El chascarrillo, tan ingenioso
como inexacto, resume una manera de pensar: el sentido de la vida es descendente, de lo bueno a lo malo. Cumplir años es una pésima noticia, porque el futuro que nos espera siempre será peor. Porque, a medida que envejecemos, dejamos lo mejor atrás. “Todo los caminares hieren, el último mata»

Horrible calor, otra noche con un duermevela implacable, en la que los fantasmas, negros y opacos me bañan de desesperanza, nostalgias, fantasías sin límite.

No le cuentes a nadie que estoy perdido, que me perdí con alas de mariposa huyendo de las tierras rojas de fuego, y despertares de ruido que ensordece.

No le cuentes a nadie que en los vaivenes del viento me desplazó, para mirarte, y sólo veo la niebla gris de escombros y desastre y no encuentro las rosas para posarme.

No les cuentes que siento tanto dolor.

Recordando nuestras vivencias entre tus calles, entre las mías, que el alma se me muere cruzando el aire, y sólo veo negrura, y destrucción cobarde.

No les cuentes que espero para mi amor, que da vida a mí vida, alejando la miseria y soledad, dolor y olvido sin consuelo ni tregua, claveles quiero que devoren tu odio.

Cuéntales que me gusta caminar bajo la lluvia, pues así no pueden ver mis lagrimas por tu ausencia,

Yo quiero que les cuentes que solo quiero borrar del horizonte los errores, las equivocaciones.

Y regresar un día, limpias las manos, a sembrar esta tierra roja, de nuestra memoria, de nuestra vida. Volver a ser felices, como hace dos días lo fuimos.

Sembraremos de sueños, de esperanza y de claveles, el tiempo que nos queda. Cada vez menos.

Cada vez más. Necesito ser feliz contigo, hoy, mañana… antes de que se nos vaya la vida.

 La brisa moviendo tu pelo, el sol secando poco a poco tu piel, esa gota que cae por tu brazo y te refresca hasta desaparecer… Luis, si cierras los ojos, quizá incluso puedes escuchar las olas rompiendo contra el espigón o a unos niños correteando por la playa de Garrucha.

Esta noche, también de inmenso calor, ahora los fantasmas son blancos y transparentes y me traen la Luna.

Luna llena

Es una aprovechada, consigue que mi selenofilia se convierta en selenofobia, porque insolente, descarada y con total desvergüenza, ya son tres los días los que se acuesta conmigo. Ilumina toda la habitación y bajo la persiana, insiste, introduciéndose a través de las rendijas multiplicándose en pequeños rayos de una luz pálida y fría.

Le doy la espalda y entonces, provocativa, acaricia mi nuca, sabe que me gusta e insiste y reta a mis sentidos quizás esperando que claudique a su coquetería y la deje posarse a mi lado. Terca y aun sabiendo que últimamente me gusta dormir sin compañía, ¡llevo tanto tiempo sin compañía! Pero anoche su persistencia logró, quizás por puro agotamiento personal, que recogiese la persiana y la dejara entrar sin traba alguna.

Vanidosa y altanera pendoneó ante los espejos del dormitorio dando más luz a la estancia. Cuando se percató de mi incomodidad, sin prisa alguna, con una lentitud enervante, fue desapareciendo hasta dejarme con la poca claridad de unas farolas callejeras que no se mueven, que se aburren sin molestar. Una vez más sin ti, mi amada.

Hoy, quizás más menguada, sabiendo su decadencia, pero igual de plúmbea, insistirá de nuevo en colarse en casa, la dejaré entrar, comprendo su estado. Lo peor es que, no tengo gafas de Luna, solo tengo de Sol.

Luna otra vez…

Y en su ciclo, una vez más obstinada e inoportuna, se ha introducido, de nuevo, en mi habitación. Albina y gordinflona, lo contrario de ti, rubia y perfecta, no entiende o no quiere entender que prefiero dormir solo. Esta vez no me he ocultado, la he dejado entrar sin reproches y le he hecho un hueco en mi cama, a mi lado y, en mi desnudez he sentido las huellas frías de su albicie. Me ha acariciado transitando por mi cuerpo con una suavidad extrema, sensual, casi morbosa. Y con lentitud estudiada se ha ido apartando de mí fisgoneando cada ángulo del dormitorio hasta hacerse invisible, fuera, Hipnos esperaba impaciente su momento. He preferido no aullar.

Luna otra vez…

Aún menguante, la luna es caprichosa y bastante fatua. Ya os he contado que algunas noches irrespetuosamente se cuela en mi habitación, se refleja en los espejos, transita unos minutos por las paredes blanqueándolas un poco más y se va llevándose con ella ese halo que le acompaña. Anoche ya no estaba entera, quizás por eso no podía presumir de su redondez, de su perfección y decidió intensificar más los tonos de su brillo para advertir su presencia. Pero tampoco era blanca, amarilleaba en toda su mitad como una perla poco cuidada. Repitió el recorrido que ya conoce y partió hacia su trayecto noctámbulo. Quizá su insolencia fue más breve, más rápida, o a mí me lo pareció. Se alejó, como siempre, llevándose con ella su claridad ambarina… Y entonces me di cuenta de que, por mucho que lo fantaseara, ella no podía sustituirte, que sólo era un engaño para mis sentidos a falta de ti.

 ¡Corre, acércate a mí, perdona mis errores, ya no queda tiempo!

De nuevo me dije “Te llevo en mi caminar, aunque ya no ande contigo”.