Relatos


ARTE Y CIENCIA: UNA CONVIVENCIA FELIZ

Palas Atenea, diosa de las ciencias, discutia con Apolo, dios de las artes: «¿Tú crees que tenemos que elegir entre arte y ciencia?».(comas, tildes, dos puntos, interrogación, mayúsculas, comillas.)

Pues a mí me parece que no es necesario elegir, yo creo que arte y ciencia se superponen en muchos aspectos, comenzando con la noción de que ambas son expresiones del ser humano. Hace poco leí un cuento de… no me acuerdo, pero el libro se titulaba llamaba Estrellas que cambian su brillo en el tiempo. Un paseo por los espacios reales más allá de nuestra imaginación. Exponía que la creatividad, racionalidad y el uso de símbolos son parte constitutiva del arte, donde se conjugan asombro, belleza, orden, equilibrio, impacto y sentido.

La ilustración científica fue durante muchos años, antes de la invención de la fotografía, la única forma de describir, conocer y difundir los hallazgos de las distintas especies. Sin embargo, a pesar de los avances tecnológicos y nuestra cada vez más enfermiza adicción a la inmediatez, es una disciplina que sigue atrayendo a más y más personas.

Según caminaban, y ante el fervor de su conversación, se fueron uniendo varias deidades y, como no podía ser de otra manera, se inició el turno de los asistentes.

Entonces a Atenea se le abrió el cielo y, de carrerilla, inició la exposición de su opinión y contó que el arte y la ciencia siempre han sido parte de su vida. Desde sus juegos, y desde lo que ella denomina su «oficina» –una fotografía de una orilla de playa– surgen las formas y colores de sus objetos de estudio que se prolongan hacia otro estado. Un nuevo estado que deja de lado la objetividad y la medición y se rige por otros códigos: las líneas, la geometría y formas de una ilustración, un grabado o los volúmenes de una pieza de cerámica.

Surgieron opiniones diversas, siendo una de las que tomó más fuerza la responsabilidad del actual sistema educativo, que intenta separar lo que, por naturaleza, viene unido: el arte y la ciencia.

Tener que escoger a muy temprana edad el camino «humanista» o el «científico» va encaminándonos hacia un mundo de conocimientos y competencias, pero alejándonos del otro. La creación y la curiosidad son aspectos inherentes en el ser humano, y en la búsqueda de responder a las preguntas que nos surgen no hay una sola respuesta, ni siquiera existe una sola forma de encontrar esas respuestas. La Ciencia y el Arte son solo dos de esas formas.

¿Seríamos capaces de encontrar ciencia en el castillo embrujado, en el bosque sin fin, dentro de la casa de chocolate, en el espejo mágico o en el tallo de judías?

«Sí», contestó Apolo, porque, a través del tradicional Érase una vez…», nos adentramos en conceptos científicos implícitos como, por ejemplo, en algunos de los cuentos más populares: Cenicienta, Caperucita Roja, el Lobo Feroz, Alicia o los cuarenta ladrones…Estos personajes saltan de los libros para contarnos todo acerca de la ciencia, y así poder diseñar multitud de módulos interactivos.

Si nos animamos, montemos una exposición con diez «libros» gigantes organizados alrededor de un bosque lleno de sorpresas donde se puedan explorar y escuchar los cuentos tradicionales. De esta manera, podremos descubrir los secretos del cacao en una fábrica de chocolate, enseñar a un desobediente Pinocho, construir la casa de los tres cerditos y ver si resiste el soplido del lobo, descifrar el código para entrar en la cueva de los cuarenta ladrones o visitar una habitación donde creces y encoges.

Luis Vega Domingo

Ingeniero Aeronáutico

Oi tras de mi 

Oí su voz tras de mí, me giré a medias y sonreí al verlo, allí, parado en mitad de la ribera, entre la casa y yo, conversando, con una sonrisa en los labios, con uno de nuestros amigos. Observé cómo se despedía, se giraba y se dirigía hacia mí. Su paso era elegante y masculino, vestía unos pantalones negros, de corte recto y una camisa gris oscura; su favorita. Caminaba con el viento en contra, marcándose así sus pectorales bajo la camisa, con la mirada al frente, perlada por la luz de la luna, y en sus manos, dos copas de vino.

Al llegar junto a mí, me preguntó, al tiempo que me ofrecía una de las copas, si sentía frío. Le contesté que un poco, tomando la copa en mi mano, al tiempo que, haciéndome la mimosa, apoyaba mi cabeza en su hombro. Él me rodeó la cintura con uno de sus brazos y me susurró con ternura que lo abrazara. Me separé lo suficiente para mirarlo a los ojos, sonreí juguetona, me tomé de un solo trago el vino y lancé la copa por encima de mí. Oí como se estrellaba contra las piedras sin dejar de mirarle, él rió, al ruido de los cristales, me miró, mientras alzaba la copa y hacía un gesto de brindis hacia mí, se tomó el vino también de un solo trago y lanzó la copa, tal cual yo lo había hecho. Reímos juntos, hasta mucho después de que el ruido de cristales rotos se acallara.

Me abracé a él y hundí mi rostro en su cuello, oliendo la mezcla de su perfume, su after shave y el aroma de su propia piel, una combinación, que hizo latir más fuerte mi corazón y me hizo suspirar. Surqué con mis manos su espalda sobre la seda de la camisa a la vez que sentía como él, olía mi pelo y acariciaba mi nuca, provocándome escalofríos. Me giré sin soltarme de sus brazos y sintiendo su pecho en mi espalda, sus manos acariciándome mis pechos, compartimos en silencio la belleza de la noche y el murmullo de las olas plateadas del mar.

—Te amo —susurró, rozando con sus labios mi oído. Y el viento, como siempre, acogió sus palabras convirtiéndolas en ese aire especial, que yo respiro y que me mantiene viva.

Ladeé mi cabeza buscando su mirada.

—Yo también te amo —respondí cuando la encontré. Clavó sus pupilas en las mías haciéndome caer en la profunda hojarasca de sus pardos ojos y supe que me iba a besar.

Fue tierno, lleno de amor, de ternura y de pasión contenida.

—Vayámonos —me rogó el fuego de su mirada. Y yo conociendo las llamas de ese fuego, contesté —Creí que no lo dirías nunca —y ambos sonreímos con picardía a la vez.

Muy lejos de la fiesta, ya olvidada, en la intimidad de nuestra alcoba, libres de miradas y embriagados por el amor, la noche y el vino, desatamos nuestra pasión, abusando de las caricias y de los colmillos, susurrando palabras de amor, entregándonos en cuerpo y alma al placer de la carne y al instinto primitivo de nuestra propia existencia. Después de compartir el éxtasis culminante y feroz del orgasmo, me recosté a su lado, apoyando mi cabeza en su hombro, mirando y acariciando su torso desnudo, sintiendo aún la fiebre de nuestros cuerpos, mientras recobrábamos el aliento.

Quietos, escuchando el sonido de nuestra propia respiración mezclándose con los sonidos de la noche, cerré los ojos y le oí susurrar —¡Dios, como te amo! —haciendo que sonara como una confesión al mundo.

Antes de hablar, para decirle lo que yo también sentía, abrí los ojos con la intención de buscar su mirada y así contemplar su rostro; pero, lo que vi al abrirlos, no fue mi mano en su pecho, sino, la estantería de libros de mi habitación y algo me produjo temor… una inesperada alarma en mi corazón.

Un instante. Tan solo tuve un instante de duda y confusión antes de que la realidad me diera una bofetada y comprendiera que no había sido un sueño. Giré mi cabeza y mi cuerpo hasta quedarme tumbada boca arriba, mirando el techo de mi cuarto, sola. Me sentí embargada por una profunda tristeza, como si me hubieran arrancado parte de mi corazón y de mi alma.

Las lágrimas brotaron sin llamarlas, cálidas, sintiendo como se deslizaban desde el rabillo de mis ojos hasta mis oídos. Había conocido y sentido lo que jamás había vivido; la fuerza del verdadero amor, y además, correspondido. Comprendí entonces que anhelaría y buscaría, hasta encontrarlo, ese sentimiento de verdadero amor y felicidad, conocido hasta este momento; pero quizá ya no para el resto de mi vida. Pues el que tenía estaba a punto de perderlo. Esa noche, entre los besos, abrazos y las palabras, entendí que no era como otros días, como siempre. Algo muy importante había cambiado. Sus declaraciones de amor, no sonaban a pasión… como otras veces, como siempre. Se parecían más a un sollozo.

Grité en mi interior con fuerza —Laura, te odio.

Luis Vega Domingo – Ingeniero Aeronáutico

No hay sitio para Dios

El Mundo se mueve para unos y está quieto para otros

Los humanos tenemos una natural predisposición a equivocarnos, también –aunque no siempre- a acertar en función de la cantidad de información de que dispongamos y de nuestra capacidad para discernirla, tratarla, o procesarla adecuadamente. Hay quienes atribuyen el acierto a una suerte de intuición más próxima al azar que a la razón.

De errores de dimensiones gigantescas está llena la Historia, cuyas consecuencias se arrastran durante las generaciones venideras; no me refiero, valga la ironía, al pecado original del Génesis, ni a otros -generalmente de desobediencia- cometidos por los israelitas a juicio de su dios, cuyo castigo se hacía extensible a las inocentes generaciones siguientes ajenas al “pecado” de sus progenitores. Los errores auténticos, no bíblicos, las decisiones equivocadas o intencionadas movidas por intereses de estado o de grupos civiles o religiosos, por gobernantes ineptos, autoritarios o dictatoriales, interesados en sí mismo, o sencillamente por la naturaleza de los tiempos en que se cometieron -lo que no siempre es razón suficiente para justificar las perversidades cometidas- han tenido lugar en todos los tiempos, en la antigüedad y en los presentes, y podemos aseverar que muchas de las cosas que ocurren en el día de hoy tienen su origen en decisiones tomadas por quienes tuvieron capacidad para ello en los últimos años del siglo XX y principios del XXI, sin que pensemos por ello que las generaciones futuras lo justificarán como propio de la época en la que estamos. Nadie duda de la complejidad de nuestro mundo circundante y de las razones que lo mueven, de las dificultades para adivinar un futuro siquiera próximo, aunque con toda seguridad unos pocos tratan de diseñarlo.

Es cierto que no siempre disponemos de todos los elementos necesarios para una apreciación acertada de la realidad, la falta de información y la carencia de medios e instrumentos de análisis pueden desviarnos de la visión acertada de las cosas, pero un mayor conocimiento de la realidad es fundamental para entender el mundo que nos rodea. Pero, aun así, podemos caer en el error, distorsionar el enfoque de las cosas, emprender el camino equivocado. Además, no todo el mundo posee la misma capacidad de raciocinio ni la necesaria inteligencia para comprender la complejidad de los fenómenos que ocurren a nuestro alrededor. De modo que tan humano es equivocarse como acertar, pero no es razonable persistir en una idea cuando existen evidencias que la contradicen. La persistencia en el error es un tema de análisis para los psicólogos y psiquiatras. Y esto es lo que ocurre con las creencias religiosas, que persisten a pesar de las incoherencias que encierran es sí mismas.

Durante la mayor parte del tiempo la humanidad ha vivido en una trágica ignorancia sobre el origen de la vida, del ser humano, de los fenómenos naturales y de manera muy especial del significado de la muerte, ya sea como fin del todo o como inflexión hacia otro mundo desconocido. En el afán natural de dar una respuesta a estos interrogantes y salir de la ignorancia era preciso idear un escenario que, con mayor o menor fortuna, pudiese resultar coherente con la percepción de las cosas y la mentalidad del momento histórico. Así la tierra dejo de ser plana para convertirse en una esfera sobre la que giraba todo lo visible por encima de nuestras cabezas. El modelo geocéntrico de Ptolomeo permaneció invariable durante siglos hasta el convencimiento posterior de que la Tierra no era el centro sino el Sol, la estrella que nos da cobijo y gracias a la cual la vida es posible en nuestro planeta. Los posteriores descubrimientos nos vinieron a demostrar que tampoco el Sol es el centro de nada, ni siquiera la galaxia en la que nos movemos; en suma, no existe el centro. Este nuevo paradigma cosmológico invalida la concepción cristiana de nuestra posición en el cosmos y cuestiona la existencia de paraísos celestiales e infernales, incluido el de tránsito (purgatorio).

En paralelo la ciencia ha logrado averiguar las causas de la mayoría de los fenómenos naturales, en ningún caso debidos a ninguna divinidad, dejando el devenir de las personas al margen de cualquier pretensión sobrenatural. Por mucho que algunos se empeñen en conseguir que las aguas caigan del cielo por el hecho de pedirlas al dios de turno, a su santa madre (materializada en alguna imagen local) o a algún santo de cuya santidad hay poderosas razones para dudar, la petición no dará resultado, salvo que previamente se haya consultado con el servicio meteorológico.

Queda pues la vida y la muerte, el origen y el fin del ser humano, y de todos los seres vivientes. Atrás quedaron las viejas creencias de un dios todopoderoso, creador del cielo y de la Tierra y de todos lo animado e inanimado. La ciencia ha conseguido disponer de instrumentos para desentrañar la formación de nuestro planeta Tierra, determinar con un grado de aproximación muy elevado sus orígenes (4.500 millones de años), descubrir y estudiar los procesos de gran violencia que tuvieron lugar en su interior y en su superficie hasta configurar el contorno actual, no exento aún de convulsiones en forma de movimientos sísmicos y erupciones volcánicas. Un espacio temporal en el que caben multitud de acontecimientos, incluidos el origen de la vida bacteriana y su evolución hacia seres superiores incluidas las diferentes especies de homínidos. Ni el dios bíblico ni ninguno de los diferentes dioses ideados por la ignorancia justificada de nuestros antepasados han tenido nada que ver con el origen del universo, no crearon la luz, ni el día, ni la noche, ni las plantas, ni ninguno de los seres vivos -actuales o desaparecidos como consecuencia de la evolución natural de las especies y los cambios climáticos producidos en el natural desarrollo (en ningún caso divino) de nuestro planeta-, incluido el actual homo sapiens (especie a la que pertenecemos). Los pasajes escritos en los textos llamados religiosos no contemplan la existencia de otros humanos diferentes a nosotros, y no lo hacen de forma intencionada sino por puro desconocimiento. Es beneficioso salir del error y perjudicial mantenerse en él, como hacen los que siguen sosteniendo la teoría del creacionismo y niegan los hallazgos y descubrimientos llevados a cabo por las diferentes disciplinas científicas, lo que no es otra cosa que negar al ser humano su capacidad de perfeccionamiento en aras de la defensa de unos intereses de cuya naturaleza saben quiénes lo defienden.

Y nos queda la muerte. Todo en este mundo está sometido al cambio, nada permanece en su estado original, tampoco la vida del ser humano que se transforma durante la enfermedad, envejece con el tiempo y finalmente acaba, salvo accidentes fortuitos que la truncan de manera inesperada. Nada queda tras la muerte salvo la putrefacción o descomposición de la materia orgánica de la que estamos compuestos, el corazón dejo de latir y los sistemas circulatorios y respiratorios dejaron de funcionar inactivando la función cerebral. Ni resurrección ni paraísos celestiales, la muerte es el fin y más vale que se acostumbren a ello quienes todavía mantienen la falsa esperanza de otra vida posterior porque no hay más vida que la presente, y ésta es limitada.

Así pues Dios ni está, ni se le espera. No hay hueco para él, no tiene cabida en éste mundo; salvo en las mentes de quienes necesitan creer, por las razones que ellos sabrán.

La hija del Sol.

Por Luis Vega Domingo

Ingeniero Aeronáutico

Presidente de la Asociación Madrileña de Ateos y Librepensadores

Vicepresidente de la Unión de Ateos y Librepensadores de España

Capítulo 1.

La mañana había amanecido lluviosa, pero según pasaba el tiempo, poco a poco empezaba a despejar y prometía un tenue sol.

Dalia llevaba un tiempo contemplando las enormes carpas de Retiro apoyada sobre la barandilla, le gustaba observar a los pájaros lanzarse sobre las carpas en busca del alimento diario, alimento que en la mayoría de los casos se desvanecía con  los quiebros de los peces.

Un poco detrás de ella, recostado sobre un banco de piedra no la perdía de vista Juancho.

 Dalia se volvió de pronto y sus enormes y sugerentes ojos se fijaron en él y provocativa, con su mejor sonrisa, se dirigió a él.

—¿Está aburrido? ¿No tienes con que entretenerte?

—Si tengo, me encanta mirarte. Eres preciosa y nunca he visto una cara y unos ojos cómo los tuyos.

—Bueno, eso es porque soy saharaui… y tú ¿por qué eres tan descarado?

—Soy respetuoso, pero vallecano, y eso me da el privilegio de no cortarme ante nada.

—Pues yo soy saharaui y vivo en Rivas Vaciamadrid. Soy Dalia, la hija del Sol.

—¡Qué casualidad! Yo también vivo en Rivas.

—No te creo, te lo has inventado… bueno, yo me tengo que ir tengo que estar a las 12 frente al Ministerio de Asuntos Exteriores. Hoy no puedo faltar.

—A las 12, pues nos volveremos a ver.

El cielo se abrió y un rayo de sol recorrió su cuerpo presentando ante mí todo el esplendor de una joven saharaui.

Una hora más tarde Juancho bajaba por la Plaza de Jacinto Benavente camino del Ministerio de Asuntos Exteriores, en su caminar adivinaba que con algo grande se iba a encontrar, pues por la calle de Atocha numerosas columnas de jóvenes bajaban portando banderas saharauis.

Al llegar a la plaza del ministerio más de dos mil personas se encontraban ya manifestándose al grito de Sánchez el Sáhara no se vende.

Entre tanta gente, al final  pudo verla.

Amiga Dalia, por que con este día memorable, ya somos amigos. Yo sólo tenía vagas informaciones de la situación del pueblo saharaui… me puedes contar.

—Sí, esta es la segunda traición del gobierno a nuestro pueblo, además de una continua indiferencia por resolver el abandono al que nos ha condenado. Te cuento:

La marcha verde fue la invasión marroquí de la provincia española del Sahara,​ iniciada el 6 de noviembre de 1975. El plan consistió en transportar a 300 000 civiles con unidades militares armadas camufladas entre ellos. Fue diseñado por el Departamento de Estado de los Estados Unidos y contó con su apoyo logístico y el de la CIA​. En 1970, la Organización de las Naciones Unidas aprueba la Resolución 2711, que solicita a España la celebración en su provincia del Sáhara de un referéndum de autodeterminación. Tras negarse en un principio a celebrarlo, España accede en 1974 a la celebración, movida por la presión en el territorio —un año antes, en 1973 se fundó el Frente Polisario, que lucha por la independencia de la provincia y convertirla en estado de pleno derecho. El Gobierno anuncia que el referéndum tendrá lugar en 1975.

La dictadura franquista española pone en marcha la preparación del referéndum, pero los ataques diplomáticos marroquíes y la guerrilla con el Frente Polisario complica el proceso, unido a la dificultad manifiesta de realizar un censo actualizado debido al gran número de población nómada en el territorio. Marruecos se oponía de frente a la consulta, y pidió al Tribunal Internacional de Justicia que se pronunciara sobre si el Sahara era res nullius. La ONU pidió a España que paralizase el proceso hasta que la Corte se pronunciase, y Hasán II, rey de Marruecos, incluyó en enero de 1975 también en el litigio a Ceuta y Melilla. La ONU confirmó el derecho del pueblo saharaui a un referéndum de autodeterminación.

Hasán II, veía su trono amenazado por una prolongada crisis interna, que incluso llevó al ejército de su país a protagonizar dos golpes de Estado en 1971 y 1972. ​ De este modo, la marcha verde, que fue anunciada el 28 de abril de 1975, dado que el monarca marroquí se sentía apoyado por los Estados Unidos, ​ serviría para desviar la atención interna.

A esta situación se unió la coyuntura política en España: el 30 de octubre de 1975, un Franco enfermo traspasó sus poderes al príncipe Juan Carlos y el 3 de noviembre era operado en su palacio de El Pardo y posteriormente hospitalizado. El Gobierno español estuvo entonces dispuesto a abandonar la provincia del Sahara y sus obligaciones internacionales.

Ante la escalada de tensión en la región, el Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas aprobó por consenso el 22 de octubre la Resolución 377, en la que «hace un llamamiento a las partes involucradas e interesadas para que den muestras de caución y moderación y permitan que la misión del Secretario General se emprenda en condiciones satisfactorias». El 2 de noviembre aprobó también la Resolución 379, en la que «habiendo tomado nota con preocupación de que sigue siendo grave la situación en la región», exhorta a las partes a «evitar cualquier acción unilateral o de otra índole que pueda intensificar más la tirantez en la región» y pide al secretario general de las Naciones Unidas que prosiga con su cometido.

Y ahora, hace unos días una nueva traición, Pedro Sánchez, Presidente del Gobierno anuncia a Marruecos que acepta que el Sáhara es de Marruecos y que le parece bien que sea una provincia autonómica. Eso sí en una dictadura gobernada por un sátrapa y sin preguntar a los saharauis… por eso estamos aquí para protestar.

—Bien, pues ya tienes a otro que te acompañará en tu lucha.

La hija del Sol.

Capítulo 2

Un té, dos tés, tres tés.

Dalia y Juancho pasean por el parque del Encuentro en Rivas Vaciamadrid.

—¿Me preguntas cómo es la vida en los campamentos saharauis, en Tindouf?

Te voy a contar la historia de mi madre Decala y puede que sea la mejor forma de que lo entiendas.

Mi madre, Decala está gozosa. Rodeada de sus amigas, charlan y ríen, moviéndose de un sitio a otro sin ningún control. La ocasión lo requiere. Se va a casar con su príncipe soñado, Bachir Mustafa Abass, jefe supremo de la Wilaya Dajla.

Bachir Mustafa es un joven de buen porte. Hace catorce meses que ha sido  elegido jefe de Dajla y está enamorado, de tiempo atrás y hasta lo más recóndito del corazón, de su Decala. El novio tiene toda la nobleza que arrastran desde hace siglos los hijos de las nubes, como así les gusta ser llamados; Hay energía varonil en sus facciones, pero lo más notable en él son sus ojos penetrantes. Apuesto, suave de carácter e infatigable en el logro de sus empeños, es un tesoro para su amada y el idóneo marido para ayudarla a alcanzar un merecido futuro, en libertad… o eso desea.

Desde las primeras horas de la mañana, entran y salen de la jaima, amigos y vecinos que van  a saludar, a ofrecer su cariño y desear todo tipo de parabienes a la novia. Aprovechan la oportunidad para tomar té y un poco de miel y aceite, dos tesoros en el Sáhara, simplemente porque no los hay. La familia saluda a Saad, marido de Jira, madre de la futura desposada. Su hermano el hijo de Jira, Lali, y su primo Daha, corretean a su alrededor con la alegría propia de la edad. Decala, en compañía de sus amigas, toma su ronda de tés como despedida de soltera. El primero, con poco azúcar, es amargo; el segundo, conseguido a partir de los restos del primero, es dulce y el tercero y último, por el mismo proceso, es suave. Amargo, dulce, suave.

El primero es amargo como la vida, el segundo es dulce como el amor y el tercero es suave como la muerte. Vida, amor y muerte. Por eso el té saharaui define tan bien la esencia de su pueblo.

Las nupcias, ¡Inolvidables! Cinco días de risas, bailes, canciones y ceremonias… y la mejor de las fiestas: la de su inmenso amor.

Decala es una estupenda danzarina, y en el día de su boda dedica su mejor hacer a iluminar los sentidos de su futuro esposo, pues no tiene ojos nada más que para él. La danza saharaui es sofisticada. Todo movimiento es muy sutil, el de los dedos de la mano, de los brazos, hombros, caderas y pies. Los tambores tebal, patrimonio exclusivo de las mujeres, que los tocan sentadas en el suelo, marcarán los ritmos del baile, las canciones e incluso los poemas con los que se inicia y concluye la boda.

Transcurrido ese acontecimiento, la mañana se presenta con muy buenas expectativas. La naturaleza les regala un nuevo amanecer para completar su dicha. Bachir Mustafa se viste con su derrah azul, e inicia la marcha hacia su puesto de trabajo, al mando de los destinos de su pueblo, y va pensando según camina, Sáhara Libre, Polisario Vencerá.

Se despiden desde la puerta de la jaima, y Decala, una vez que su ídolo ha desaparecido en la lejanía, atrapado por el inmenso sol, que ya se deja ver en el horizonte, se prepara, hacendosa, a poner en orden su hogar. Limpia, ordena los pocos enseres que tienen y dispone los elementos para la cena, que será, de nuevo, el momento de encuentro con su príncipe deseado. Una vez terminadas sus tareas domésticas, Decala se pone en marcha para ofrecerse a colaborar incondicional y animosa a la Unión Nacional de Mujeres Saharahuis, con ellas, a pesar del placer de ese día, rememoran los Acuerdos de Madrid, donde empezó la traición.

En Madrid, a 14 de noviembre de 1975 y reunidas las delegaciones que legítimamente representan a los Gobiernos de España, Marruecos y Mauritania, se manifiestan de acuerdo en orden a los siguientes principios:

1º) España ratifica su resolución —reiteradamente manifestada ante la ONU— de descolonizar el territorio del Sahara occidental poniendo término a las responsabilidades y poderes que tiene sobre dicho territorio como Potencia Administradora.

2º) De conformidad con la anterior determinación y de acuerdo con las negociaciones propugnadas por las Naciones Unidas con las partes afectadas, España procederá de inmediato a instituir una Administración temporal en el territorio en la que participarán Marruecos y Mauritania en colaboración con la Yemaá y a la cual serán transmitidas las responsabilidades y poderes a que se refiere el párrafo anterior. En su consecuencia, se acuerda designar a dos Gobernadores Adjuntos, a propuesta de Marruecos y Mauritania, a fin de que auxilien en sus funciones al Gobernador General del territorio. La terminación de la presencia española en el territorio se llevará a efecto definitivamente, antes del 28 de febrero de 1976.

3º) Será respetada la opinión de la población saharaui, expresada a través de la Yemaá.

4º) Los tres países informarán al Secretario General de las Naciones Unidas de lo establecido en el presente documento como resultado de las negociaciones celebradas de conformidad con el artículo 33 de la Carta de las Naciones Unidas.

5º) Los tres países intervinientes declaran haber llegado a las anteriores conclusiones con el mejor espíritu de comprensión, hermandad y respeto a los principios de la Carta de las Naciones Unidas, y como la mejor contribución al mantenimiento de la paz y la seguridad internacionales.

6º) Este documento entrará en vigor el mismo día en que se publique en el Boletín Oficial del Estado la «Ley de Descolonización del Sahara», que autoriza al Gobierno español para adquirir los compromisos que condicionalmente se contienen en este documento.

Juancho…Y todo esto sin el acuerdo y presencia del pueblo saharaui. Se hace tarde ¿nos vemos mañana en el parque Bellavista y te sigo contando?

Capítulo 3.

Un té, dos tés, tres tés.

La tarde se presentaba lluviosa, pero sorprendentemente a la hora de la convocatoria, las 6 de la tarde, el cielo se abrió, el viento se detuvo, y una gran claridad rodeó al grupo de un centenar de personas que se concentraban en la plaza del ayuntamiento de Rivas.  Dalia se incorporó a la concentración convocada por Rivas Sahel en protesta por las declaraciones y escrito de Pedro Sanchez al monarca marroquí, aceptando que el Sahara fuera una autonomía dentro de Marruecos.

Busco con un ansia que no podía controlar a su amigo Juancho, que la había prometido que allí estaría… y lo vio, en primera línea.

—Juancho, que alegría verte. Pensé que no ibas a venir.

—Por nada del mundo me perdería este día… y el verte.

Dalía no pudo contener el temblor de su cuerpo y la rojez de sus mejillas.

—Amiga cuéntame el motivo de esta protesta.

—Pedro Sánchez sacrifica el Sáhara para convertir a España en el principal proveedor de gas de la UE y además pretende anular las constantes peticiones por parte de Mohamed VI de la propiedad de Ceuta, Melilla y las Canarias.

—¡Caramba y porque no pide también Albacete! El afán imperialista del rey le lleva a intentar apropiarse de todo. Argelia ya le ha parado los pies en varias ocasiones, y el Frente Polisario le ha dejado muy claro que el Sáhara es independiente.

Rivas—Sahel defiende una solución para el Sáhara Occidental donde sea el pueblo saharaui el que decida su futuro.
Solicitamos una RECTIFICACIÓN al presidente Sánchez sobre su reciente apoyo al plan marroquí, que no cuenta en este asunto con ningún apoyo ni en el parlamento ni fuera de él, además de ser contrario a las resoluciones de la ONU.

Los concentrados, en ese instante, gritan orgullosos ¡¡SÁHARA LIBRE YA!!

Poco más tarde, después de haber escuchado las actuaciones de las amigas Concha y Eva, Luis y Pedro Pastor y una joven cantante saharaui Suilma Aali, que vive en Madrid, se sentaron en una terraza próxima al lugar de concentración.

—Te recuerdo dalia que me prometiste seguir hablando de vuestra vida en los campamentos de refugiados.

Debes saber que la verdadera subsistencia de la vida diaria en los campamentos de refugiados es posible por la dura labor de las mujeres del Frente Polisario, y mi madre, Decala, no va a ser menos.

Cae la tarde y agotada regresa al encuentro con su marido. Tarda poco, y  según se acerca, comprueba que él ya está esperándola.

—Decala, qué ilusión verte tan alegre. La sonrisa de tus ojos te hace ante mí más hermosa ¡Cuánto te he echado de menos!

—Sí pudiera trabajar en el hospital mi felicidad sería completa.

—No te obsesiones con eso. Yo lo hago por los dos.

Comentan la jornada, lo que ha vivido cada uno… y lo que se quieren, mientras le ofrece el primer té a su compañero.

—Decala, preferiría que no te alejases tanto; que no salieras de la Daira. Te quiero tanto que no puedo soportar que te pase algo.

Ella recoge el vaso de ese primer té. Y piensa; el primero es amargo; como la vida misma. Tenemos tanta vida por conocer juntos, que ¡cómo le voy a negar este capricho tan primordial para él!

Como todas las tardes hacen el amor hasta muy entrada la noche. Antes de dormirse, ya tranquila, y llena de satisfacción retrocede sus recuerdos unos años atrás.

— ¡Padre quiero ser arquitecto! Llenaré el desierto de enormes tiendas de muchos colores.

—Mi pequeña hija, eso no tiene sentido. Las jaimas no necesitan de arquitectos, llevamos cientos de años haciéndolas de la misma manera, y todo el conocimiento necesario se trasmite de padres a hijos. ¡Serás enfermera! Nuestro pueblo necesita sanitarios.

—La vida es una extraña mezcla de azar, destino y rebeldía. Sólo la rebeldía puede cambiar todo. No cedas si quieres mantener tus derechos. —puntualizó su madre desde el otro extremo y su padre asintió con la cabeza.

Decala acabó con los mejores resultados la enseñanza básica  y su padre, un guerrillero saharaui, alto y muy delgado, que ha peleado codo a codo junto a heroicas mujeres, contra los invasores, envía a su única hija a estudiar al norte de Argelia: La Escuela de Enfermeras de Oran es el nuevo hogar de Decala a lo largo de cuatro años.

Años independientes, en los que aprende a defenderse sola, divertirse y responsabilizarse de su vida. Fuerte como una camella, explica a la menor ocasión, hasta enronquecer, que su pueblo tiene que ser libre y exige a gritos su autodeterminación. —Deseo acabar y entonces aplicaré todo lo que sé a mis hermanos.

Ella, tan comprometida y tan llena de deseos de libertad, se regocija al encontrar la posibilidad de llegar un poco más lejos que sus compañeras, que no han tenido la oportunidad de formarse. Su alma toma de la partitura que el universo le ofrece, los mejores acordes para llenarlo de bellos sonidos. Los consejos de su madre, embebidos en su ser, tan seductora en medio de su inocencia, la empujan a una férrea disciplina para no desviarse del camino que se ha propuesto.

Pero eso tendrá que esperar, piensa esa noche, pues su amado le pidió, como condición de la boda, que esperase un tiempo para trabajar. Hasta que su amor se hiciera inconmensurable.

Amanece un nuevo día y una vez más, Bachir Mustafa abandona el hogar para cumplir con sus compromisos y Decala le despide en la puerta recordándole lo enamorados que ambos están.

Como siempre primero debe cumplir con sus compromisos domésticos. Hoy prepararé un cus—cús de garbanzos y verdura para cenar, piensa animosa.

Nada más terminar, se dirige a unas jaimas próximas  —para no salir de la daira— donde pueda charlar con sus amigas y preparar, entre todas, algo útil para sus vecinos.

—Puedo cuidar de los pequeños, mientras sus madres cumplen con sus obligaciones. Cada vez hay más niños. Yo quiero tener media docena, pues a mi esposo le encantan los críos, —dice, mientras medita y contempla a los más pequeños que todavía no van al colegio.

Capítulo 4.

 Un té, dos tés, tres tés.

El niño saharaui no tiene juguetes. Ni los necesita; los inventa. Corren tras las cubiertas viejas de neumáticos, desmontan las latas de ayuda humanitaria y hacen coches, se juntan y hablan,  juegan al fútbol, cantan. Muchos de ellos han estado en España, con el programa de Vacaciones en Paz. Son de una gran belleza. Hay miles en los campamentos. ¡Por todas partes, niños! El eterno polvo, propio de esta tierra, hace que la mayor parte de ellos estén permanentemente resfriados y que en sus narices asomen largos velones. Tienen los pulmones llenos de arena y la piel curtida, por el vivir diario bajo un sol abrasador que se confabula con el frío con el que castiga la noche. Y son felices.

—Pronto podré ejercer de enfermera y me dedicaré a los niños —comenta orgullosa.

—Si trabajas de enfermera descuidarás la casa y tu marido no se encontrará a gusto —sugiere su compañera.

—A  Bachir no le importa, me lo prometió al conocernos. Quiero cuidar a todos los niños enfermos.

—No te dejaran. Para eso ya están los hombres.

—Las mujeres también luchamos para liberar el Sáhara de nuestro opresor marroquí… y seguiremos reivindicando nuestros derechos de igualdad frente a los hombres.

Los primeros candiles se encienden y el paisaje enrojecido se va apagando. Comienza el atardecer, anunciado por la caída de un efímero sol que se pierde entre la línea que une el espacio—tiempo, la tierra con el firmamento. Es hora de regresar al encuentro de su amado.

— ¡Hasta mañana! Se despide Decala.

Hoy llegan a la vez. La hermosa figura, alta, firme, de caminar seguro, de Bachir Mustafa se aproxima a la puerta de la vivienda.

— ¿Cómo ha ido todo, mi rey? Pregunta con la boca llena de abierta sonrisa, mientras se le acerca coqueta con atrevidos movimientos de giro, que dejan al descubierto parte de sus pantorrillas con el deseo de llamar su atención.

—Eres inconfundible; al andar mueves las caderas como los zorros del desierto… pero al corretear con las mujeres, tus ojos se estropean por el resplandor del sol.

Terminan el segundo té y mientras que su hombre le agarra con delicadeza la cara, la mira con dulzura a los ojos y le dice meloso. —Creo que no es bueno que pierdas el tiempo en chismorreos con ese grupo. ¡Tú vales mucho más! Si te quedaras en casa, yo estaría más tranquilo y así tú podrás tenerme preparada la comida a mi regreso. Cenaremos pronto y haremos el amor mucho más tiempo. ¡Si haces eso por tu esposo, te querré mucho más, princesa!

Decala retira triste, pensativa, el vaso y sin poder evitarlo le viene a la cabeza una frase de su madre. El segundo vaso es dulce, hija mía; como el amor.

—Eso es; como el amor que nos profesamos. ¡Yo no voy a poner una barrera al nuestro! Haré lo que me dice mi esposo.

Desea acostarse y mientras pone en orden la mesa, dirige su vista al espacio abierto del campamento. El silencio es total y la noche levemente blanqueada por la luna. Bajo ese cielo, las siluetas de las tiendas y de las casitas de adobe recortan el pequeño espacio, dibujando la imagen más entrañable del campamento y que ya nunca olvidará.

Una noche más, ya en el lecho, recuerda su estancia en Orán, en la escuela de enfermeras, donde conoció a Abdula, su amigo sirio, compañero de andanzas y aventuras.

—Decala, al acabar los estudios nos marcharemos a mi país y seremos muy felices.

Decala mira al infinito, al oeste, y señala con sus ojos el recuerdo de su origen y de las familias que están allí. Represión, desapariciones…, no hay libertad en los territorios ocupados. Es otro pesar para mi pueblo. Familias rotas, parientes desaparecidos, amigos encarcelados por luchar por su independencia. Su nación esquilmada por el vecino del norte.

—Yo debo volver. Mi madre luchó junto a mi padre por nuestra libertad y por la igualdad entre todos los seres; hombres y mujeres. ¡Seré feliz y libre! Pero con mi gente.

Se despierta con el sol y el frescor de la mañana que se cuelan a través de la puerta. En las jaimas no hay relojes. No hacen falta. Sale al exterior de la casa y ve las imágenes que desde siempre anidan en su corazón. Los niños, con sus mochilas a la espalda, van a la escuela. Las tiendas de piel de camello se suceden en hileras de diez. Las mujeres acarrean agua desde los depósitos situados delante de las tiendas. Los corrales de cabras construidos con los más diversos materiales son propios de un

diseñador abstracto y presiden la colina situada cerca de la casa. La arena bajo los pies es fresca y suave. Saluda en la distancia a su vecino, como quien lo hace a un viejo amigo. —Al—lah ackbar— Al—lah al Q’uivir, contesta y pregunta ¿Mi chaval me pregunta? ¿Por qué hemos vuelto a la guerra?

—Te lo resumo rápidamente, pues tengo prisa. En enero de 2000 se completó el nuevo censo, pero de nuevo los desacuerdos entre Marruecos y el Frente Polisario impiden la celebración del referéndum. Ese año, Marruecos expresa su intención de negociar con el Frente Polisario la concesión de cierta autonomía al Sahara Occidental, pero cerrando la puerta a cualquier referéndum. En enero de 2003, el enviado especial de la ONU, el antiguo secretario de estado estadounidense, James Baker, se entrevistó con representantes de ambas partes proponiéndoles una programa (Plan Baker II) que incluía una amplia autonomía del Sahara Occidental dentro de Marruecos como fase previa a la celebración de un referéndum sobre el estatus final del territorio en un plazo de cuatro años. Tanto Marruecos como el Polisario rechazaron la propuesta en marzo. No obstante, el Frente Polisario cambió de opinión en julio, aceptando el plan. No así Marruecos, que seguía manteniendo la marroquinidad del Sahara y su rechazo a la opción de la independencia. Para favorecer su aceptación, se aceptó incluir la posibilidad de una amplia autonomía dentro de las opciones del referéndum. El mandato de la MINURSO se prolongó (en la resolución 1570 de 28 de octubre de 2004, el Consejo de Seguridad extendió el mandato de MINURSO hasta el 30 de abril de 2005), pero hasta el momento no se ha llegado a ninguna solución ni, por descontado, a la celebración de ninguna consulta. Mientras tanto, los refugiados saharauis siguen en el desierto argelino, fundamentalmente en los Campos de refugiados de la provincia de Tinduf.

El presidente de la ONU, Kofi Annan, llegó a decir a finales de su mandato que el conflicto del Sahara tenía una muy difícil solución. Los estados miembros de la ONU no han sido capaces hasta el momento de hacer cumplir las resoluciones de la ONU. El referéndum parece atrasarse sine die.

En 2005, los principales núcleos urbanos del Sahara Occidental se convirtieron en el escenario de graves protestas en contra de la ocupación marroquí. El 25 de mayo de 2005, la policía marroquí disolvió la manifestación pacífica en apoyo de la independencia y al Frente Polisario. En noviembre de 2010 la policía marroquí disolvió un campamento de protesta en las afueras de El Aaiún, comenzando después una serie de protestas de la población saharaui en la propia ciudad, con la posterior intervención de las autoridades marroquíes.

El 13 de noviembre de 2020, Marruecos invadió Guerguerat (zona del Sáhara Occidental controlada por el Frente Polisario) debido a unos manifestantes saharauis. En respuesta a esto, el Frente Polisario le declararía la guerra a Marruecos horas más tarde.

Bachir Mustafa  se levanta y la estrecha generoso entre sus brazos, mientras ella le aprieta la mano para absorber el calor de su textura. Le ve alejarse y una vez más, su retina se impregna de la cotidianidad. En los horizontes del campamento sólo hay arena y sobre ella un cielo limpio y azul. ¿Qué triunfará en mí, el cielo o la arena?

El sol ya se cierne sobre el poblado. Decala, sentada en la puerta de la tienda, perfumada y vestida con su mejor melhfa, espera a lo largo de todo el inacabable día el regreso de su amor. Aprovecha esta última luz, más fría que la de la mañana para hacer algunos efímeros dibujos sobre la arena, desde su mirador próximo a los rediles de las cabras. Los niños juegan y corren detrás de ruedas de coches y en corro se ríen de todo el que se pone a su alcance. Se dejan caer sobre las dunas, rodando mientras estallan en risas.

De nuevo el rito del té. La temperatura ha descendido. Se nota ya el cambio del tiempo. Por fin, entra el invierno. Prepara unos pinchos de hígado de camello, poco especiados. Es la cena.

—Tu rostro está muy quemado por el sol, es una pena que se te vaya a estropear y no pueda disfrutar del brillo de tu tez. ¡Cuánto me gustaría que permanecieras lozana para mí! Mejor, cuando marche al trabajo, corre las cortinas y espera mi regreso dentro de casa. ¿Es mucho pedir, mi bien? Yo te lo compensaré con mi entrega y completo amor.

Decala, escucha con horror su petición y mientras se cubre, para siempre, el rostro con el heike, el pañuelo de su hermosa melhfa, se regalan con el tercer té.

—El último; suave como la muerte, grita al cielo Decala.

—Yo no voy a morir sin luchar. Soy libre cómo mi pueblo y ambos vamos a ganar ésta guerra.